El pasado sábado de Gloria, decidimos ir a dar un paseo a uno de los llamados pueblos mágicos que están cerca de la Perla Tapatía.
Así que nos fuimos a Tequila, Jalisco.

Yo había ido hacía ya 5 años. Las cosas deberían de estar algo distintas para estas fechas y efectivamente así fue.

El sábado alrededor de las 10 de la mañana, mi hijo y yo, nos lanzamos a “puebliar”. Tomamos la carretera libre que nos llevaría a Tequila, y al llegar a Amatitán vimos una fondita al llegar a la avenida principal y nos paramos a desayunar. Como lo imagine cuando vi a la señora que estaba a cargo de la cocina, el rico sazón pueblerino no me defraudó.

Pedí un taco dorado de barbacoa, una quesadilla y una gordita de chicharrón “pa’calentar motores” y para bajarme semejante delicia, ¡pues claro! Un café de olla.

Mi buen Gus, se refinó 3 tacos de barbacoa con un “refresquín”. Todo muy sabroso y por la módica cantidad de 90.00 ya con propina. La cosa iba bien, ya con la barriga llena, le seguía platicando a mi hijo de cuando viajé por esa carretera cuando aún no había autopista.

Pasamos aquellas inamovibles vías del tren y no pasaron más de 25 minutos hasta llegar a Tequila Jalisco. Desde la llegada el pueblo lucia limpio, colorido, con algo de gente para la hora que era. Transitamos por sus bien empedradas calles, hasta llegar a la plaza principal y ahora sí, a buscar estacionamiento. El cual lo encontramos a unas cuantas cuadras de la catedral.

Nos dirigimos por sus tranquilas calles hasta llegar a la plaza principal, donde había un templete con bailables folclóricos, que a mi particularmente me encanta apreciar.

Nos dimos nuestro tiempo para admirar la gracia y destreza de los bailarines y bailarinas quienes con una sonrisa en los labios disfrutaban también del espectáculo donde ellos eran protagonistas.

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Fue en la danza de los machetes, donde uno de los jóvenes soltó uno de sus machetes arrancando el suspiro del público, por fortuna el machete quedó en el mismo estrado y no pasó a mayores.

Una vez terminado esto, fuimos a comprar los boletos para ir al paseo de la tequilera la Cofradía, yo ya tenía la idea de ir ahí, así que compramos los boletos, y acto seguido, nos fuimos a comprar un cantarito, “quesque pa la calor”. En ese momento le pregunté a mi hijo, en son como de broma, ¿qué, con o sin? Y que me responde: Con. A canijo, pensé, pero luego recordé que faltaban escasos días para su mayoría de edad, así que bueno dije, ándele pues.

Ya con cántaro en mano, nos fuimos a tomar unas fotos por la plaza, donde hay varias esculturas en bronce alusivas al cultivo del agave, por lo que le dimos vuelo a la fotografía.

Entramos al museo de la Familia Sauza , donde le comentaba a mi hijo, las remembranzas de aquel Sauza conmemorativo, que fue el primero que me tocó probar, y de aquel inolvidable Sauza hornitos, que tantas veces compartí con su abuelo materno.

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Y así se dio la hora de irnos a la Cofradía, no sin antes ir por otro “cantarito”… Ya en la Cofradía, volvimos a recordar todo el proceso de la elaboración del tequila, al mismo tiempo que admirábamos lo bonito de la hacienda.

Como en todo recorrido, terminamos en la sala de muestra de la gran variedad de tequilas que se elaboran en ese lugar, la mayoría de exportación. Vimos los reconocimientos, las hermosas y muy bien elaboradas botellas, una muestra de trajes típicos de varios estados de la república y finalmente ¡a la cava! Una cava elegante con árboles en su interior los cuales nos comentaban, que ayudaban a que el tequila puesto en las barricas de roble blanco canadiense y francés, no se evaporara dentro de las mismas barricas. Estos árboles ayudaban para que solo 4 litro por año se perdieran en cada barrica por el proceso de evaporación.

En la cava, degustamos de un delicioso tequila añejo de la marca Casa Noble, y después entramos a su restaurante, un lugar con un clima muy especial en lo profundo de la cava. Este restaurante subterráneo fue para mí, la cereza en el pastel.

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Muy agradable lugar, con barricas acojinadas como sillas, con mueble de madera, con desniveles en su interior y una magnífica iluminación, la cual le daba a este lugar, una atmósfera tranquila y hasta cierto punto romántica, pese a lo grande del lugar.

Ahí comimos una tierna y jugosa carne, acompañada de una fresca y espumosa cerveza y una refrescante margarita con tequila de la casa.

Ya bien comidos y bien servidos, regresamos al centro del pueblo, para tomar las últimas fotos y agarrar nuestro carrito y regresar por dónde venimos.

La verdad es que cada que uno se da un tiempo para poder salir de la ciudad a lugares como este, uno no se arrepiente.

Te invito a que lo hagas, y si ya lo haces, pues comparte a donde fuiste y danos tips para poder disfrutar de ellos también nosotros.
Que tengas buen día y gracias por leerme

By Carlos

One thought on “Un tequila a tu salud”
  1. Gran descripción me hiciste recordar la reunión de ALIBER ahí fue en la cofradía
    Saludos y gracias por tus narraciones

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