En días pasados cuando viajaba a Monterrey por una viaje de trabajo, me acorde de como era el asunto de la toma de fotos y del revelado de las mismas hace solo algunos años.
Es inevitable el ver como en nuestros días, la fotografía se ha generalizado tanto, y es que con los nuevos teléfonos celulares, que ya no se si se deberían de llamarse así, ya que para lo último que los usamos es para hablar por teléfono, cierto?
Pero bueno, ahora con el uso de la tecnología es muy sencillo el poder capturar no solo una fotografía, sino también un momento en video. Pero como les comentaba, esto no siempre fue así…
Como dijeran mis hijos, “en mis tiempos”, la cosa era distinta. Por principio de cuentas, tenías que tener una cámara fotográfica, que no siempre estuvo al alcance de muchos, sin embargo en aquellos tiempos, no era raro que alguien tuviera una cámara 110 y tomara sus fotos.
No recuerdo como exactamente se inició mi afición por la fotografía, lo que sí se es que, uno de mis tíos, con quien pase gran parte de mi infancia o quizá no tanta pero si lo suficiente, tuvo mucha influencia en mis gustos y en mi forma de ser y hasta de trabajar, y quien siempre ha sido un ejemplo a seguir para mí, me refiero a mi querido tío Manuel. Yo creo que de ahí viene mi afición a la fotografía, de hecho aún conservo y siempre conservaré aquella Minolta mecánica con la cual hice mis “pininos” con la fotografía en cámara reflex.
Pero bueno, regresando al relato… les comento mis jóvenes lectores, que en aquel entonces no rea como ahora. Volviendo a lo de las cámaras 110, en aquellos tiempos, Kodak era el mandón en todo aquello, y además de tener la cámara había que contar con el indispensable rollo fotográfico. Pero que pasaba cuando terminabas de tomar las fotos, bueno, pues había que llevarlas a la Farmacia, o al “De llano” para que te las revelaran. Y para ver como habían salido, tenías que esperar por lo menos 4 días, ya que viajaban desde mi natal Tepic, hasta la moderna y desarrollada ciudad de Gudalajara, donde se corría el proceso de revelado y te regresaban las fotos, con sus negativos.
Jajaja, ni pensar en eso hoy, cierto!!!, ahora en menos de 5 minutos ya las tienes en tus manos. Pero en aquellos tiempos así era.
Saben, cuando pensamos en esta forma tan rudimentaria y tardada del proceso de revelado de las fotos, he de recomendarles fuertemente (como dijeran los gringos) que revelen sus fotos preferidas en papel. Sabemos que hoy en día , con los dispositivos tecnológicos, es muy fácil el no darle el valor a las fotografías, tenemos tantas y tomamos tantas todos los días, que pareciera imposible pensar que se pueden perder, y nooooo, mi amigo no. Si se pierden!!! y teniendo en cuenta que lo único que es irrecuperable es el tiempo y esos momentos que logramos capturar, pues yo les recomiendo, de vez en cuando hacer una selección de aquellas fotografías que consideren más representativas de su vida y amigos, y revelarlas, así, por lo menos… les durarán 100 años, en condiciones medianamente controladas de luz, temperatura y humedad, como ven!!!.
Y aun que no era la intención, si vale la pena reflexionar al respecto de lo que mencioné en el párrafo anterior. En este mundo de tanto consumismo en el que vivimos, donde muchas de las cosas de hacen desechables y triviales, y por ende se les da tan poco valor a las cosas hoy en día, debemos de tener cuidado de que nuestra esencia, nuestra persona, nuestra familia, no se convierta en objeto u objetos devaluados y desechables, tener cuidado de que no nos convirtamos en cosas sin valor. En días pasados estuve con uno de mis ex compañeros de la secundaria, y me comentaba como anécdota, que varios de nuestros compañeros estaban ya divorciados, y bueno… no me espanto, pero si creo que hoy, hasta esa decisión que se suponía era para toda la vida, ha pasado a ser algo desechable, algo que para algunos ya no es atractivo continuar. Insisto, no me asusta, pero solo recordemos que nos guste o no, la familia es el núcleo de cualquier sociedad, y si ese núcleo está roto, que podemos esperar de la sociedad en que vivimos… y claro… de nuestros hijos. Así, que a “echarle ganitas”, nadie dijo que sería fácil.
Bueno, pues hasta pronto jóvenes… y recuerden, tomen muchas fotos, y aquí cito a mi maestro de fotografía, Michael Mancillas, quien me decía… “no hay peor foto que la que no se toma”, así que aún con su celuar, tomen muchas fotos… pero eso sí, denles una revisada y revélenlas de ves en cuando, no se van a arrepentir.
Por cierto, les dejo esta toma con mi celular, de ese día en el que llegaba con un nublado que solo permitía ver los picos de las montañas…